Las personas mas productivas no son las que mas trabajan.

Dejar de hacer las cosas que no dan resultados es una de las maneras de aumentar tu productividad en la organización.

Las personas productivas son de gran utilidad para las empresas y no necesariamente son las que más trabajan, sino las que mejores resultados dan a la organización.

Dejar de hacer las cosas que no dan resultados es una de las maneras de aumentar tu productividad en la organización. Puedes identificarlas fácilmente haciendo un ejercicio de introspección.

Cuando te enfocas en las actividades más importantes, puedes conseguir mejores resultados, los métodos son distintos, por ejemplo, Albert Einstein se dedicó por completo a su teoría de la relatividad durante tres años, sin que cualquier cosa lo distrajera, ese fue su mecanismo para alcanzar resultados.

En realidad, no es necesario pasar tres años trabajando en un proyecto en particular para tener resultados, se trata de una cuestión de enfoque en la actividad que realizas.

 “Hacer menos y enfocarse más”, es una tendencia popular que abarca técnicas que pueden ayudar a lograr grandes resultados, sin la necesidad de hacer tantas cosas. Te compartimos algunas de esas técnicas que te ayudarán a lograr los mejores resultados para la tarea que estés efectuando, en el menor lapso.

1. 20% de esfuerzo da 80% de resultados

El principio de Pareto, también es conocido como la regla 80/20. Afirma que: para recibir el 80% de los resultados obtenidos en el trabajo, la persona requiere de alrededor del 20% del tiempo total empleado. Esta estadística condicionada 80/20 opera en todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, se dice que el 20% de los delincuentes cometen el 80% de los crímenes, y que el 20% de los conductores son culpables en el 80% de los accidentes en que están involucrados.

Si sabes cómo utilizar correctamente el principio de Pareto, puede ser útil no solo en tu vida profesional, sino también en tu vida cotidiana. Es como un pequeño truco que pronostica un resultado esperado. Por ejemplo, si eres una persona sociable, entonces probablemente tienes muchos amigos. Piensa cuántas de esas personas realmente te ayudarán en ciertas situaciones. De hecho, es probable que solo el 20% de esas personas. Vale la pena tener en cuenta ese porcentaje para darle a la gente adecuada la atención adecuada, en lugar de centrarse en los amigos virtuales.

Si sigues el principio de Pareto, utiliza el 20% a hacer todas las cosas que no necesitan alcanzar un objetivo; por ejemplo, cuando llegues a trabajar por la mañana, tómate un tiempo para estar listo para trabajar, puedes hablar con colegas, beber tu café, y otras cosas que te ayuden a estar preparado. Así, obtendrás los resultados esperados en el 80% restante de tu tiempo.

2. Tres tareas principales

Actualmente, las personas todavía dependen de las listas de tareas para mantener las cosas organizadas. Aunque hemos evolucionado desde el uso del papel al uso de computadoras y teléfonos inteligentes, utilicemos las herramientas que sean, no servirán  de nada sin la acción. En este caso, todo lo que necesitas es una regla simple: cada mañana, tómate unos minutos para pensar y escribir las tres tareas más importantes del día.

Después, decide en que momento de tu día vas a enfocar  tus esfuerzos para  la implementación de dicha lista. ¿Quién necesita una gran cantidad de listas interminables de tareas que no será capaz de acabar en una semana o en un día? Céntrate en esas tres tareas principales, y después de que hayas terminado, puedes seguir adelante y hacer otra cosa. Este hábito simple pero potente puede realmente aumentar tu productividad en un periodo corto de tiempo.

3. La Filosofía ‘hacer menos’

En el mundo de hoy, la filosofía de “hacer menos” se ha vuelto muy popular. Diferentes teóricos ofrecen diferentes enfoques. Uno de ellos se basa en las prácticas místicas del budismo Zen, descritas por Mark Lesser en su libro “Less: Accomplishing More by Doing Less”.

Su manifiesto “menos” se inicia con disipar la creencia de que la reducción de la carga nos hace perezosos y es malo para la productividad. Al hacer menos, en realidad nos permitimos disfrutar plenamente de nuestros logros. El autor recomienda tomar algún tiempo para la meditación y “calmar la mente” en medio del proceso de trabajo. Con tomar 10 minutos sentado en tu silla respirando lenta y profundamente, puedes recargarte de energía para continuar enfocado en el trabajo.

Tal vez puedas alinear tu respiración en medio de la lectura y enviar correos electrónicos. Sería de gran ayuda aliviar el estrés y centrarte en un tema en particular que te conduce a encontrar el equilibrio perfecto. Todo esto te puede ayudar a averiguar qué actividades son más importantes.

4. La Técnica Pomodoro

La filosofía ‘hacer menos’ también incluye una gran cantidad de técnicas interesantes, como la “técnica del tomate”. Este método de gestión del tiempo fue desarrollado por Francesco Cirillo. Debe su nombre a la forma de reloj de cocina de un tomate que Cirillo utilizó originalmente.

La técnica se basa en el principio de trabajar en una tarea en particular durante 25 minutos sin interrupción. Después de ese tiempo, definitivamente debes tomar un descanso.

Pero, ¿cómo funciona realmente? A partir de tu lista de tareas, te debes centrar en las tareas de alta prioridad. Después, pon a funcionar el temporizador durante 25 minutos en los cuales debes trabajar sin que nada te distraiga, hasta que escuches la señal de que finalizó el temporizador. Cada periodo de 25 minutos de tiempo se denomina “pomodoro”.

Descansa 5 minutos e inicia de nuevo el temporizador. Por cada cuatro pomodoros, toma descansos más largos de 10 a 15 minutos. Si la tarea tarda más de cinco ‘pomodoros’, puedes dividirlo en varias partes.

5. El mito de la multitarea

La multitarea no nos hace más productivos, es uno de los mayores mitos en estos días. De hecho, dividir nuestra atención tiene un impacto negativo en la productividad, la concentración y la energía.

“Para las tareas que no son complicadas, no importa lo bueno que seas haciendo multitareas, lo vas a resentir en tu rendimiento. Va a ser peor en comparación a si estuvieras realmente concentrado de principio a fin en una tarea”, dice David Meyer, científico de la Universidad de Michigan.

La multitarea puede ser posible solo en dos casos. El primero es cuando estás haciendo algo que es de alguna manera automático, por ejemplo, caminar y hablar al mismo tiempo. La otra situación en la que es posible realizar múltiples tareas es cuando se trata de diferentes tipos de procesamiento del cerebro, por ejemplo, leer y escuchar música clásica. Pero si la música contiene alguna letra en ella, sería imposible hacer estas dos tareas a la vez, porque ambos activan el centro del lenguaje del cerebro.

6. Dieta baja en Información

En estos días, conseguir una sobrecarga de datos es tan fácil como conseguir un golpe de calor en medio del Sahara,  incluso los síntomas son similares: la alteración del sueño, la atención distraída, y la reacción diferida. Nuestro cerebro está sobrecargado con todo el ruido que trae la información. En este mundo moderno, la gente está en búsqueda de noticias constantemente, cuando la verdad está a nuestro alrededor.

En este caso, Timothy Ferriss, autor del libro The 4-Hour Workweek: Escape 9-5, Live Anywhere, and Join the New Rich, recomienda tomar una “dieta baja en información”. ¿Realmente necesitas todos los correos electrónicos, blogs, periódicos y revistas que lees todos los días? ¿De verdad es necesario invertir tanto tiempo para entrar al servicio de noticias, checar Facebook o ver la televisión?

Elimina toda la información inútil que puedas, por lo menos durante una semana, y verás cómo ayuda a tu productividad.

7. Tener un horario

Pregunta a cualquier persona de éxito a qué hora se despierta y lo más probable es que sea un madrugador. Es muy simple: no hay muchas distracciones en la mañana, lo que ayuda a una persona a concentrarse en sus prioridades. Despertarse temprano por la mañana es uno de los factores de vivir con un horario.

Durante el día, hay tiempo para descansar y tiempo para trabajar. Existen estrictos límites y la comprensión de esto te ayuda a mantener tu productividad. Comienza con tratar de apagar la computadora en el momento señalado, ya que necesitas descansar para ser productivo.

La ley de Parkinson afirma que “el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para su realización”, lo que significa que, si una persona tiene que escribir una carta de una semana, le tomará una semana escribir la carta. Sobre todo, si es algo que no le gusta o no quiere hacer. La gente tiende a posponer las cosas y jugar tanto tiempo como le sea posible. Pero tener horarios estrictos para cada tarea te pondrán en el camino correcto para cumplir los plazos perfectamente. Una fecha límite que tienes miedo de no cumplir, es una gran motivación.

Oscar Castro RossoMarket Global (Fuente: Ivette de Jacobis. Directora de Espiral Positiva y Consultora de bienestar emocional, dedicada a crear culturas de trabajo inteligentes y constructivas, implementando nuevos hábitos, sistemas de trabajo y patrones de pensamiento, que mejoren los resultados de la empresa y la calidad de vida de sus colaboradores.)

Elimine el trabajo que aporta poco o nada

En el pasado, los expertos en gestión del tiempo recomendaban dividir el trabajo en tareas A, tareas B y tareas C. La idea consistía en abordar primero las de tipo A, luego las B y después, cuando se pueda llegar a ellas, las tareas C. Si cambiaran las prioridades, sólo había que ajustar el orden de las A, las B y las C. Abordar todos los aspectos de un trabajo parecía posible entonces, solo había que seguir  de seguirse unas reglas básicas de la gestión del tiempo.

Esa forma de pensar se extinguió durante la recesión de 2007-2009. Entre enero de 2008 y febrero de 2010, se perdieron 8,8 millones de empleos en Estados Unidos. Aunque desaparecieron los puestos, gran parte del trabajo no. Los profesores acabaron con más niños por sala; los ejecutivos de atención al cliente acabaron con más llamadas; y los Jefes acabaron con mucha más gente a la que gestionar al fusionarse equipos distintos. Sin importar la actividad, todo el mundo acabó con más trabajo. Y aunque se han logrado mejoras reales en la productividad desde entonces, los días de las tareas A, B y C se han acabado. Trabajo agobiante y excesivo es la nueva norma.

Por  tanto, realmente es una cuestión profesional de vida o muerte eliminar el trabajo de bajo valor, las tareas que significan poco o nada para los clientes y compañeros. Adopte un enfoque activo. Diseñe un nuevo puesto ejecutable para sí mismo. Aquí explicamos cuándo hacerlo:

  • Al empezar un trabajo nuevo dispondrá de una perspectiva fresca sobre lo que ha de hacerse y podrá identificar el trabajo de bajo valor añadido con más facilidad. Examine todo lo que tiene entre manos. Proponga objetivos a tres meses a su Jefe, elimine tantas tareas inútiles como pueda.
  • Al aumentar la responsabilidad de lo que ya hace tendrá una oportunidad para reestructurar su trabajo y presentar su plan. Ofrézcale opciones a su Jefe: «¿Debería liderar este grupo de trabajo teniendo en cuenta que implicará el 20% de mi tiempo o debería…?»
  • Cuando se haga una reestructuración evite asumir demasiado trabajo. La gente suele creer que no puede decir que no a menos que que quieran ser el próximo despedido. Pero en realidad, tras una reestructuración los supervivientes resultan críticos para el éxito futuro de la organización, por lo que si usted se ofrece a reestructurar su propio trabajo, seguramente se le valore positivamente.
  • Cuando haya hecho algo increíble y todos lo estén celebrando representa un momento estupendo para pedir algo. Pida ayuda a para reducir su trabajo de bajo valor a los superiores o los gurús informáticos de su empresa.

Y ahora explicamos cómo hacerlo:

  • Expúlselo por votación. Un inteligente interventor financiero llevaba años generando informes mensuales que nadie leía. Envió una lista de ellos y pidió votos para los tres o cuatro más importantes. Dejó de generar los que nadie pidió. Otro enfoque consiste en preguntar a sus clientes si puede no hacer algo, de la misma manera que los cajeros ahora preguntan a la gente si realmente quiere su recibo. La idea consiste sencillamente en dejar de hacer algo que no aporta valor, pero confirmándolo por adelantado para evitar consecuencias negativas.
  • Automatícelo. Si tiene un valor bajo, resultará fácil de automatizar. Encuentre un amigo en su departamento de informática que le ayude a hacerlo. Tanto si hablamos de programar, reconocer o hacer arreglos estándares, probablemente existen aplicaciones que podrá emplear. Simplemente averigüe qué es lo que quiere hacer, y encuentre a alguien que le ayude a hacerlo.
  • Escriba sus propias reglas. Limite lo que va a hacer y entonces asegúrese de que la gente conozca sus reglas. Un profesor decidió proporcionar cartas de referencia sólo a sus consejeros o alumnos de seminario, y se lo anunció a todos sus alumnos durante la clase. Le ahorró horas de tiempo.
  • Cada semana, bloquee el mismo tiempo para usted durante horas de trabajo. Use ese tiempo para averiguar cómo librarse del trabajo de bajo valor. Con tan sólo una hora puede generar impacto. Escoja un horario y respételo. Cierre la puerta, si tiene una, o búsquese una sala de reuniones. Puede que lleve un tiempo a la gente aprender a no interrumpirle durante ese período, pero si usted sigue tranquilamente en sus trece, cuajará. O adopte el enfoque del pediatra y establezca un horario para atender llamadas telefónicas. Haga a la gente saber cuándo estará disponible para interrupciones de todo tipo, y cuándo no.

Rediseñe su propio empleo. Es su trabajo, después de todo. Haga que funcione para usted. Y deje de ocuparse de esas tareas de bajo valor.

Oscar Castro RossoMarket Global (Fuente: Priscilla Claman es la presidenta de Career Strategies, Inc., una empresa radicada en Boston (EEUU) que ofrece servicios de ‘coaching’ profesional a individuos y servicios de gestión de carreras a organizaciones. También es una colaboradora de la guía HBR para conseguir el trabajo correcto (‘HBR Guide to Getting the Right Job’).

Nueve consejos para aumentar su productividad.

En años recientes, el trabajo se ha vuelto infinitamente más complejo.

Las innovaciones tecnológicas han dado paso a unas jornadas profesionales interminables y unas crecientes expectativas. Nuestras asignaciones se han vuelto más colaborativas, requieren una mayor coordinación, más teleconferencias y reuniones. Ahora nos enfrentamos a un aluvión sin fin de distracciones, desde las vibraciones y alertas de nuestros celulares hasta las noticias de última hora y vídeos virales que nos esperan en nuestras mesas.

Ahora, más que nunca, necesitamos estrategias para ser productivos. Pero, ¿dónde empezar?

Este año, como parte de una cumbre digital, invité a 26 escritores de éxito especializados en ciencia y productividad a que compartiesen sus observaciones para lograr una altísima productividad. Aquí detallo nueve temas generales que encapsulan sus consejos para navegar un paisaje informacional de aceleración rápida y lograr un rendimiento óptimo en el trabajo.

1. Aduéñese de su tiempo. Nuestro trabajo más satisfactorio se produce cuando trabajamos en proyectos que hemos iniciado nosotros mismos. Muchos sabemos esto de forma intuitiva, pero seguimos permitiéndonos dedicar la mayor parte los días a responder a las peticiones de los demás.

Muchos de los expertos a los que entrevisté creen que los que mejor rinden toman medidas para asegurarse de mantener un ratio favorable entre el trabajo más propio y el ajeno. Tom Rath, autor de Are You Fully Charged?, recomienda bloquear tiempo para trabajar lejos del correo electrónico, con el móvil programado para que sólo suene en caso de llamar determinados contactos y resistirse a revisar la bandeja de entrada a primera hora de la mañana hasta haber terminado al menos una tarea importante.

2. Reconozca el hecho de estar ocupadísimo como una falta de concentración. Experimentamos una exitación de satisfacción cuando tenemos demasiado trabajo: nos sentimos necesitados, desafiados y hasta productivos. Y sin embargo esa experiencia placentera es una ilusión. Nos roba concentración y nos impide hacer progresos en el trabajo que más importa.

La socióloga Christine Carter, una experta del Centro de Ciencia para el Bien Mayor de la Universidad de California en Berkeley (EEUU), lo expresa así: «El hecho de estar ocupadísimo no representa un marcador de inteligencia, importancia ni éxito. Llevado al extremo, es mucho más probable que sea un marcador de conformidad, o falta de poder o miedo». En lugar de considerar el hecho de estar ocupadísimo como señal de importancia, los que mejor rinden lo interpretan como un indicio de energías mal gastadas.

3. Cuestione el mito del «trabajador ideal». Demasiados creemos que un «trabajador ideal» es uno que trabaja constantemente, pero existen pruebas determinantes de lo contrario. Ser productivo requiere el reconocimiento de que no se puede trabajar durante períodos prolongados de tiempo y mantener un alto grado de productividad. Como humanos, tenemos una capacidad limitada de atención dedicada. Y a pesar de esto, como señala la periodista y autora del libro éxito de ventas Overwhelmed, Brigid Schulte, nos han seducido con la idea de que si simplemente nos esforzamos más y trabajamos más horas, podemos lograr cualquier cosa.

Los que mejor rinden adoptan un enfoque distinto. Reconocen y honran sus limitaciones físicas al hacer suficiente ejercicio y dormir lo suficiente, realizar una rotación de ráfagas de 90 minutos de trabajo concentrado con pequeños descansos reconstituyentes, y tomarse un tiempo para desconectarse del correo electrónico durante alguna parte de sus horas valle.

4. Deje tareas importantes incompletas de forma intencionada. A menudo nos apresuramos a terminar las asignaciones rápidamente para poder avanzar a la siguiente tarea de la lista. Pero el profesor de la Universidad de Wharton (EEUU) y psicólogo Adam Grant cree que resistirse a este impulso nos puede hacer más productivos.

Grant recuerda: «Antes me sentaba a escribir y no quería levantarme hasta terminar con un capítulo o argumento. Ahora, dejo frases colgadas en medio del texto a propósito y me levanto a hacer otra cosa. Lo que encuentro al volver es que no me queda mucho trabajo para terminar la frase, y ahora también tengo un montón de ideas acerca de hacia dónde llevar el texto después». (Nota: Hemingway también empleaba la misma estrategia).

De lo que se aprovechan tanto Grant como Hemingway es de la tendencia humana de rumiar frente a las tareas incompletas, lo que se conoce como el Efecto Zeigarnick. Si uno empieza un proyecto y lo deja sin terminar, es probable que piense en él con más frecuencia que después de terminarlo.

En lugar de intentar completar tareas importantes de una sentada, intente dejarlas incompletas. Hacerlo le ayudará a seguir pensando en su trabajo desde diferentes entornos y, de paso, le posicionará para descubrir soluciones creativas.

5. Adquiera el hábito de tomar algo de distancia. En una economía de conocimientos, la productividad requiere más que la perseverancia. Necesita estrategia y la resolución de problemas. Las investigaciones indican claramente que resulta más probable que encontremos ideas revolucionarias cuando nos distanciamos temporalmente de la rutina diaria. Por eso, las mejores soluciones se revelan cuando entramos a la ducha, salimos a correr o nos vamos de vacaciones. Los que mejor rinden consideran el tiempo libre no como una productividad estancada sino como una inversión en su futuro rendimiento.

6. Ayude a otros de forma estratégica. Los mejores profesionales, argumenta Grant en su libro de 2013 Give and Take, tienden a ser «donantes», aquellos que disfrutan ayudando a los demás sin esperar algo a cambio. Mientras que dar desde luego le puede ayudar a triunfar, los datos de Grant también revelan que ayudar a todos con todo equivale una receta para el desastre.

Así que, ¿cómo hacerlo bien? Los que mejor rinden, argumenta Grant, evitan decir que sí a cada oportunidad de ayudar. En su lugar, se especializan en una o dos formas de ayudar de las que realmente disfruten y en las que se destaquen especialmente.

7. Tenga un plan para decir que no. Cuantos más compromisos asumamos, más probabilidades tendremos de experimentar lo que el autor y consultor Rory Vaden llama «la dilución de prioridades». Esto se produce cuando la propia cantidad de obligaciones con las que nos hemos comprometido nos impide hacer el trabajo más importante.

Un método de contrarrestar la dilución de prioridades incluye disponer de una estrategia para decir que no por adelantado, para que no tenga que parar a pensar en cómo expresar su negativa cada vez que necesita rechazar una petición. Cree una plantilla de correo electrónico o redacte un guión que podrá utilizar cuando conteste en persona.

Cuando lidie con un jefe que le pida asumir más de lo que resulta razonable, piense fuera del paradigma del sí/no. El consultor y escritor Greg McKeown recomienda mantener una conversación con su jefe y enumerar todos los proyectos en los que actualmente está trabajando. Indique qué tareas le parecen prioritarias e invite a su jefe a compartir su opinión. Es una forma de señalar las limitaciones que sufre sin llegar a formular la palabra «no».

8. Haga medibles los comportamientos importantes. Para progresar hacia la consecución de cualquier meta, es útil rastrear nuestros propios comportamientos. La autora de éxito Gretchen Rubin, una experta en la felicidad y los hábitos, cree que la monitorización representa una de las claves de los cambios de comportamiento, y afirma. «Si quiere comer más sano, mantenga un diario alimentario. Si quiere hacer más ejercicio, utilice un contador de pasos. Si quiere ceñirse a un presupuesto, rastree sus gastos».

Marshall Goldsmith, el conocido mentor de CEO, está de acuerdo. Cada noche, repasa una hoja de cálculo de 40 líneas que incluye cada comportamiento importante que espera alcanzar. Entre ellos: el número de palabras que ha escrito, la distancia andada y el número de cosas bonitas que les ha dicho a su mujer, hija y nietos.

9. Haga hoy las cosas que harán que disponga de más tiempo mañana. Un último tema que emergió es que los que mejor rinden siempre buscan formas de automatizar o delegar actividades que no representan un buen uso de su tiempo. Vaden sugiere que nos preguntemos: «¿Cómo puedo emplear mi tiempo hoy de manera que crearán más tiempo mañana?» Evaluar su lista de tareas con esta lente hará que resulte más fácil comprometerse con actividades que no son agradables de inmediato, como domiciliar un pago o crear una guía práctica para otros miembros de su equipo para ayudarse a delegar las tareas repetitivas más fácilmente.

Todas estas sugerencias son útiles de forma individual, pero también señalan una importante tendencia. Durante la década de 1990, ser productivo requirió sobre todo una buena gestión del tiempo. Diez años después, la llegada de los correos electrónicos dio paso a una jornada laboral y una productividad alargadas que requieren que gestionemos nuestras energías, no sólo nuestro tiempo.

Durante los últimos años, nos hemos adentrado en una nueva era en la que gestionar las energías y el tiempo no basta. Hoy, la magnitud de información que nos ataca de todas las direcciones ha superado nuestra capacidad de consumo. No importa cuánto tiempo y energía tenga a su disposición, no puede ser productivo sin llegar a dominar el arte de la gestión de la atención.

Resistirse a la seducción de estar ocupadísimo, tener un plan para decir que no, mantener el foco de atención en las metas autodirigidas que sólo usted puede lograr, estas son las destrezas que necesitamos cultivar en nosotros mismos para triunfar, tanto en el trabajo como en la vida.

Ron Friedman es el organizador de la Cumbre del Máximo Rendimiento Profesional. También es autor de ‘The Best Place to Work: The Art and Science of Creating an Extraordinary Workplace’.

Los 100 mejores CEO: ¿Dónde están las mujeres?

Por cuarto año consecutivo, Harvard Business Review presenta su lista de los 100 CEO con mejor rendimiento del mundo. Y por cuarto año consecutivo, refleja una desalentadora falta de mujeres.

Nuestro objetivo con la lista consiste en medir a los CEO en función de su rendimiento a largo plazo. Nuestra fórmula considera el retorno por accionista ajustado y el aumento de la capitalización de mercado durante el mandato del máximo responsable ejecutivo. También incluimos dos clasificaciones independientes de ESG (rendimiento ambiental, social y de gobernanza, por sus siglas en inglés) para asegurarnos de evaluar a los ejecutivos en función de más indicadores que sólo el valor de las acciones de sus empresas.

Los resultados ya están disponibles, y tan sólo dos mujeres pasaron el corte de los 100 mejores CEO de este año: la CEO de la empresa Ventas, Debra Cafaro, y la directora general de Lockheed Martin, Marillyn Hewson. Pero los resultados no son una indicación de que las mujeres rindan peor que los hombres como ejecutivas; más bien reflejan el hecho de que simplemente hay demasiadas pocas mujeres en puestos de CEO en el mundo. Entre las 886 empresas que estudiamos para generar nuestra lista, tan sólo 28 (el 3%) están lideradas por mujeres.

¿Por qué escasean tanto las mujeres en la cima? Las investigaciones sugieren que algunas mujeres cualificadas se están autoexcluyendo (no se «inclinan en esa dirección», como diría Sheryl Sandberg) para centrarse en otros aspectos de sus vidas. Pero un aspecto más importante seguramente sea la discriminación de género. Los miembros de las juntas directivas tienden a contratar a hombres blancos para los roles de liderazgo, tal vez porque se conforman con la creencia del statu quo de que esos candidatos representan la elección «más segura».

Algunos lectores de HBR han argumentado que la falta de mujeres en nuestra lista demuestra que medimos las cosas equivocadas a la hora de elaborar nuestra clasificación. Puede que ese argumento tenga algo de razón. Pero la lista sí refleja la realidad del mundo de los negocios, que no ha evolucionado tan rápidamente como uno podría haber esperado. Para cambiar las cosas, todos nosotros tendremos que cuestionar los sesgos y prejuicios que convierten, una y otra vez, la cima en un club solo para hombres.

La disrupción del día a día, verdadero motor del cambio

Hace poco dimos una conferencia sobre el cambio y sus implicaciones. Nada más comenzar el turno de preguntas, una joven levantó la mano y dijo alegremente: «¡Yo soy alguien a quien le encantan los cambios! ¡Asumo los cambios! ¡Acojo los cambios con los brazos abiertos!». Entonces hizo una pausa, y planteó una pregunta tan enternecedora como lastimosa: «Pero, ¿cómo puedo asegurarme de que todos estos cambios no trastoquen ni alteren mi día?».

¿Cómo contestaría a esta pregunta? Porque la verdad es que, por muy graciosa que pueda parecer, dijo en voz alta lo que muchos de nosotros pensamos. ¿Cuántos realmente queremos que se produzcan cambios positivos a nuestro alrededor pero sin alterar nuestros pequeños mundos? ¿Cuántos queremos realmente transformar nuestras conocidas y reconfortantes rutinas con cambios radicales en nuestros hábitos, relaciones, habilidades, actitudes y creencias? ¿Lo queremos incluso cuando reinventarnos de verdad a nostros o nuestras empresas exige tales cambios? E incluso si estuviéramos dispuestos a hacerlo, ¿cuántos sabríamos por dónde empezar?

A no ser que podamos contestar a la pregunta planteada por esta persona del público sobre cómo amenazan los cambios el día a día (y gestionar sus implicaciones), nosotros, nuestros equipos, nuestras organizaciones, incluso nuestras sociedades…todo seguirá atascado. Ella trabajaba para un banco, pero podría haber sido profesora, magnate empresarial, funcionaria, senadora de Estados Unidos o ama de casa. A no ser que logremos adaptarnos de mil maneras a las muchas «novedades» que suponen los cambios, nosotros mismos seremos la arenilla que bloquea el engranaje y lo hace rechinar; seremos la pieza que se resiste al cambio en lugar de facilitar la transición que todos, al menos en teoría, estamos de acuerdo en que debemos hacer.

¿Por qué? Porque, por definición, nuestras antiguas perspectivas no pueden crear las acciones necesarias para avanzar de manera distinta y más eficiente. A nivel individual, esto puede dañar nuestras perspectivas de carrera, relaciones y hasta nuestra salud. Pero a nivel ejecutivo, puede condicionar las carreras y perspectivas de los demás también.

Considere el caso de Steve Ballmer, que como CEO lideró Microsoft entre 2000 y 2014 como si su papel consistiera únicamente en mantener la empresa a flote tras la salida de Bill Gates: lo que llamamos un líder-guardián. La receta para mantener el éxito había sido hardware y software. Era lo que había impulsado el éxito pasado de la empresa. Estrategas de Microsoft nos han contado que durante la era Ballmer, el CEO ignoró las súplicas de su equipo directivo para invertir en la computación en la nube ya en 2007. En su lugar, jugó todas las cartas de Microsoft al catastrófico sistema operativo Vista. No generó alianzas estratégicas que pudieran asegurar ni más crecimientos ni nuevos nichos de mercado. Durante el mandato de Ballmer, las acciones de Microsoft cayeron desde casi 60 dólares (unos 54 euros) en el año 2000 hasta poco más de 30 dólares (unos 27 euros) en febrero de 2014, cuando dejó el cargo.

Piense ahora en Satya Nadella, el CEO de Microsoft desde febrero de 2014. En un plazo de 24 meses, Microsoft se convirtió en un líder experto en la computación en la nube. Desarrolló un sinfín de productos como Delve, Power BI, Sway, Skype translator, Office 365 y Azure. Nadella también promovió nuevas alianzas estratégicas, incluidos rivales como Oracle y Salesforce, para aumentar la penetración de Microsoft entre los consumidores. Lo consideramos un líder-acelerador. Tras dos años con Nadella al frente, el valor de las acciones había aumentado un 43 % hasta los 51 dólares (unos 46 euros).

¿La moraleja? Nuestra actitud tiene mucho que ver con nuestro éxito diario. ¿Suele abrazar los cambios y verlos como una oportunidad increíble de subir al siguiente nivel? ¿O cambiar le sienta mal, incluso cuando sabe que lo necesita? Ser un líder-acelerador en su propia vida significa ir un paso más allá y ver cada nuevo problema como uno interesante que todavía no ha resuelto; adoptar lo que la investigadora de la Universidad de Stanford (EEUU) Carol Dweck denomina una «mentalidad de crecimiento«. Esa es la mejor manera de avanzar dentro del entorno turbulento y global en el que nos movemos hoy.

¿Cambiará su día cuando se esfuerce en progresar dentro de su propia esfera de influencia y salir de su zona de confort? Desde luego. Lograr nuevos resultados implica adoptar una nueva mentalidad y conducta. Obtener resultados diferentes significa, por definición, interrumpir y cambiar la rutina cotidiana.

La buena noticia es que cada día tiene el potencial de suponer una mejora respecto al anterior.